hace 5 minutos ha salido de mi estudio un galerista (¿ruso?) que ha abierto una nueva galerÃa en mitte. ha venido husmeando la actividad de jóvenes artistas, potenciales fichaches de su puerto. mi inglés es malo, y en estas situaciones empeora aun más. sólo un par de veces en la vida me ha sucedido esto: un curador, un galerista, te mira esperando que le digas lo que quiere escuchar. carnicerÃa viva, somos las bandejitas del super que el cliente toquetea pensando en su pollo al jugo.
la primera vez que estuve sometida a este escudriñamiento habré tenido unos 22 años. nada más entrar les dije que el mundo del arte estaba podrido y que a mà me interesaban cosas más importantes. me preguntaron que qué hacÃa allÃ, a lo cuál les dije que en realidad no tenÃa ni puta idea.
la segunda vez me tocó uno más receptivo que al menos cogió mi furia adolescente y me invitó a escribir en una publicación alemana. me dijo que me comprendÃa totalmente, y me pidió, encarecidamente, que no metiera mi trabajo social en una galerÃa so peligro de aniquilar su potencial polÃtico. un tipo sensato, quizás demasiado bueno.
el galerista que vino ahora, miró un poco, no se emocionó mucho creo, mi inglés además era una sarta de errores a través de los cuales intentaba darle la chapa sobre la dicción defectuosa del inmigrante, su imposibilidad de ser. nada más pronunciar la palabra inmigrante, el tÃo dice, ah, social work. I. dice, polÃtics, y el tÃo arrugó la nariz, sin disimulo. luego dijo que su galerÃa se enfocaba a producción nueva, nuevo arte, nuevos objetos. ¿habrá dicho objetos para dejarme en claro que lo mÃo era demasiado inmaterial? ¿habrá querido decirme que vivo en el pasado? paranoia segura.
antes de ir a barcelona fui a un par de inauguraciones en berlÃn. el mundo del arte, que tanta desazón me ha dado, a veces también me llena de alegrÃa. en el C/O berlin hay una exposición (poste restante) de «diaporamas y grillas» de nan goldin. la verdad es que cuando llegué no tenÃa ya ganas de ver demasiado. pero bastó un minuto de diaporama para caer rendida.
las fotos de nan goldin se sucedÃan con bandas sonoras de música popular, canciones que hemos escuchado mil veces. y miles de fotos pasando cada una 3 ó 4 segundos por delante de mis ojos, imponiéndome un tiempo, enseñando cada una de ellas al menos un cuerpo, magullado, transformado, golpeado, maquillado, sexuado, biográfico.
qué cutre hablar de arte y decir que simplemente las fotos me emocionaron.
estos últimos dÃas he estado leyendo el libro paradoxia de lydia lunch, donde narra sus andanzas como adolescente putona suelta en nueva york, llena de drogas, sudando sexo, cenando palizas degeneradas. eso se suma a los influjos de nan goldin, y a la compilación de velvet underground que escucho de manera masoquista para terminar de sentir a fondo el ardor de la nostalgia por un lugar que no conozco y un momento en el que aun no habÃa nacido.