soy una golfa. he sido tan feliz este último perÃodo. mi holgazanerÃa productiva se extiende por los caminos que recorren mis dedos, mis pensamientos, mis pies. colonizo espacios con mi mirada, cuerpos con mis manos y mi deseo. sueño y todo pareciera formar parte de la misma casa.
me siento tan a gusto que no tengo vergüenza.
este estado de ensoñación en el que se ha convertido a borbotones
mi propia realidad es lo que he optado por llamar paradisiaquismo. es una palabra que me resulta un poco cursi en principio. no existe en internet y menos aún en el diccionario. lo más parecido es la versión francesa de paradisiaco, pero esta que he inventado, al llevar el sufijo ismo, convierte el estado paradisiaco en una práctica o doctrina, un sistema, nodo o partido. también me recuerda a la palabra quiasma, que aunque sea griega y se refiera en primera instancia a la biologÃa, habla de un cruzamiento, como son los hechos que se intersectan al momento de invadirme este estado y esta práctica de lo encantador.
qué alegrÃa berlÃn. qué suerte estar acá y poder tocar el frÃo y el calor con la misma mano. con la misma mano que pego etiquetas como una mujer de indonesia explotada por la nike. el proyecto implicaba mucha artesanÃa, y como siempre no lo sopesé muy bien. ahora las cartas están echadas y debo seguir hasta el final.
no puedo negar que vengo a hacer turismo a esta pieza. vengo de turista a autoexplotarme a mà misma con horario libre, y condiciones laborales excelentes. soy mi propia jefa y no tengo nada que ver con las mujeres jóvenes que describe naomi klein en su no-logo. pero las pienso, las recuerdo como si fuese una especie de meditación solidaria e inconsciente.
este proyecto termina hablando de muchas cosas. en un principio pretendà darle una coherencia a todas. ya he desistido. mi condición es completamente particular, mi biografÃa me hace tener una experiencia de la migración hÃbrida: nacà como refugiada, y hoy formo parte de lxs migrantes culturales. hoy me siento en el mejor lugar del mundo en el que podrÃa estar y siento que es mi derecho, como el de todxs, elegir dónde se quiere estar. sin embargo, y aunque yo no le de mucha importancia, mi pasaporte no es de los mejores para los desplazamientos. cuando fantaseo con dónde quiero vivir no pienso exactamente en visados, papeles ni certificados. ignoro la burocracia, la desprecio. mientras trabajo como china (por propia voluntad) escucho a los niñxs alemanes jugando en mi jardÃn y no puedo dejar de sentir rabia.
lxs compañerxs de la casa invisible, como siempre se lo curran con mucho amor. por eso cuelgo este excelente video, que ayuda a completar un poco la particular versión de la felicidad que estoy viviendo. no es posible amar absolutamente, siempre el odio será parte, aunque Ãnfima, de la constelación que nos hace amar más fuerte.