los billetes también son un espacio público. como tantos otros, no es necesariamente nuestro. podemos sin embargo usarlo como escenario de lo que se nos ocurra, hacerlo nuestro. yo tengo poder y me tomo el derecho para alterar cualquier cosa que pase por mis manos o mi cuerpo o mi cabeza. los billetes para mà son un espacio de intervención, un flujo de poder que podemos subvertir cuanto nos sea posible.
pensar que lo que hay impreso en un billete pueda llegar a ser equivalente a una persona (gabriela mistral en este caso), me parece una distorsión propia del absurdo que es la normatividad. es un recurso retórico, no es.
por lo tanto cuando escribimos algo en un billete, no estamos tratando ni con arturo prat, ni con ignacio carrera pinto, sino con el lugar que oficialmente se le asigna a su representación, como iconografÃa del aparato de estado.
esto es como lo del aborto: que se despenalice significa que cada una pueda decidir si se lo hace. este proyecto no impone a nadie ocupar el espacio especulativo del billete.
la discusión que genera esta acción es también múltiple como sus materializaciones posibles: como si es necesario anunciar la homosexualidad; de si es o no respetuoso con gabriela, si se superpone a su obra; si los gays son tontos; de si la «condición» sexual es asunto privado…
evidentemente esta es una acción que tiene la potencia de trabajar sobre un soporte que pasa por nuestras manos, y siempre habrán personas que intenten reprimirnos, decirnos lo que podemos o no hacer con ellas.