desde que vivo en europa cada vez estoy más segura de que la calidad de la materia prima de los alimentos es mejor aquÃ. me refiero a aceites (y lÃpidos en general), harinas, azúcares y casi todo. también las normas relativas al uso de quÃmicos es más estricta y existen lugares que han zafado de la prohibición de lo no pasteurizado (francia). es asà como la gordura del viejo continente es menos visible y menos mórbida que la del proletariado chileno (por hablar de algo conocido). y es asà como una sÃlfide europea se zampa un bocata de 50cms. con toda tranquilidad mientras una rechoncha chilena se prohibe un canapé con la máxima angustia. mi teorÃa es empÃrica más que cientÃfica, no he revisado estudios ni cartografÃas reales, sólo son supuestos y observaciones a partir de mis propios hábitos alimenticios y cómo éstos modifican mi fisionomÃa, la casa donde vivo.
no sé por qué he soltado todo esto si en realidad venÃa a hablar de otra cosa. venÃa a hablar de comida, o de procedimientos sobre la comida. comienzo otra vez.
desde que vivo en europa me he visto enfrentada a modos de hacer totalmente ajenos. es cierto que la lengua castellana se comparte entre el continente sudaca y el estado español, aunque más bien dirÃa yo que todas las versiones están inspiradas en la misma fuente a pesar de que los engendros en los que las derivaciones se convierten no tengan necesariamente nada que ver. en españa se debe volver a aprender a hablar, las cosas se llaman de otra forma, no se trata de aprender un sistema nuevo, sino detalles, gestos fonéticos, fragmentos, sobre todo sustantivos, materiales, vegetales, eufemismos, insultos. luego la construcción de una frase con otra gramática, apenas ligeramente trastocada. o despertai, despertás, despiertas, sutiles versiones de lo que en teorÃa es el mismo significante. otra disgresión.
desde que vivo en europa me han dicho de mi ignorancia respecto a la forma correcta de preparar los alimentos. normatividad culinaria, nadie se salva. de una forma extraña todo conocimiento práctico previamente adquirido se ve deslegitimado en un segundo, una mala cara, una negación, no es asÃ, y la enorme olla llena de mejillones (que no choritos) cocinados al vapor de vino blanco con perejil y cebolla se queda abandonada 3 dÃas hasta que comienza a apestar todo el entorno de la cocina. y se va a la basura. hay que aprender que el café se prepara de una manera (italiana o americana), que con leche no se toma después de comer, que los lácteos y el pescado no se llevan y que el maÃz (que no choclo) es básicamente comida para cerdos (no chanchos) o vegetarianos. hay que aprender a moler el tomate, a bañarse en aceite de oliva, a la cocina como antro del aceite. aprender a abandonar las manÃas ansiosas, abandonar el paradigma del «bistec a lo pobre» o del «sánguche de pollito falso». de paso invalidar cualquier bacanal pretérita, una pizza del alto del pentágono chorreada con queso mantecoso (porque es el único), porque simula petróleo en abundancia y espesor. invalidar un festÃn de golosinas grasosas, un pollo relleno de cualquier cosa, un cuye relleno de ron. invalidar los mariscos en plan salvaje, el apaleo de locos no existe. volver a aprender modales, deseducación, involuntaria (des)integración. aprendà a pintarme las uñas a los 30 años y todavÃa lo hago mal. mal digo todo lo que no entiendo y mal digo cuando entiendo (porque pronuncio mal). aunque suene grandilocuente no tengo paÃs de origen. nacà en medio de una lluvia de esquemas en constante descontrucción. nacà en europa por casualidad y sólo para no ser de allÃ.