porque al final somos muy normales, tanto que nos divertimos yendo al parque a leer, y después pasando la tarde en un bar, riendo de cualquier cosa (carajillo), hablando de feminismos y polvos (cerveza), haciendo juegos de palabras (mojito), burlándonos de los (absolutamente estúpidos) católicos que pasan (cerveza), haciendo cadáveres (mojito), poniendo a prueba nuestra empatÃa dadaÃsta (caña final):
En las lejanas tierras de Lepanto una muchacha se toca con mucho énfasis su cosita, cualquier pequeño delirio habitable que crece con palabras gruesas y estancadas. Baile sexy y estrafalario, los pésimos movimientos que hace la máquina se quedan, permanecen en huecos húmedos que sudan un ver-ano de sopor calmado, las muletas son epitafios, cuchillos filosos, traumas para domar el Ãmpetu del cachondo solar. Y asà el astrolabio indica un destino plagado de estrellas que aún no tienen nombre, y la sopa cósmica, y el ano estupefacto. Si supiérais que en tres dÃas se acaba el sol, la chicharrera licuante, la sombra de tu puño penetrando oscuridad desvergonzada, alta.
Pamplinas. La luz se apaga y cinco hordas de débiles mentales salen a follar al centro del escenario. Una audiencia de mancos aplauden restregando su polla contra la oreja de la fila del frente.
Joder, dice la muchacha, si lo hubiese sabido antes: el teatro europeo sigue caracterizándose por su mala calidad.